8 de junio de 2009

Uso indebido de la bocina

La mayor parte de las ciudades de Latinoamérica son extremadamente ruidosas. Un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud en 2003 ubica a Buenos Aires como la ciudad más ruidosa de la región. Transitar por las calles porteñas afecta la calidad de vida ya que el ruido se ha convertido en un factor contaminante importante, debido a, entre otros, silenciadores de caños de escape que no funcionan como deberían, sirenas y aceleraciones bruscas.
Esta vez nos detendremos en el uso indebido de la bocina. La ley de tránsito de Argentina –en este punto similar a otras en América Latina- en su artículo 48 apartado V, estipula claramente que está prohibido usar la bocina en zonas urbanas, salvo en situación de peligro. A esto se refiere por ejemplo que debe ser utilizad para poder alertar a un peatón descuidado que ha cruzado en nuestro camino sin la debida atención.
Hoy en día el conductor típico –y no sólo en Buenos Aires sino en muchas otras ciudades latinoamericanas- le da un uso a la bocina diferente a lo que estipula la ley. Es decir, la usa por ejemplo para recordarle al conductor de adelante que el semáforo ha cambiado a verde y que debe acelerar, “contestarle” a un conductor que lo ha encerrado, hacerle notar a los otros conductores de sus errores, llamar la atención de alguien para saludarlo, protestar, descargar la ira, etc.
Si utilizamos la bocina de manera indebida, no sólo estamos favoreciendo el aumento de la polución acústica en la ciudad, sino que también estamos distrayendo a los otros conductores, ya que su uso, como lo hemos enunciado más arriba, debe ser para alertar sobre un peligro. Hay que recordar que las distracciones contribuyen a un número elevado de accidentes.
Con una capacitación adecuada el conductor inteligente aporta su cuota para disminuir el impacto ambiental, utilizando la bocina sólo cuando es necesario.

¿Qué opinás? ¿Se debe hacer uso de la bocina?

Señalización

Las señales viales son de gran importancia y utilidad ya que anticipan al conductor las características o riesgos que se presentarán más adelante en la vía. Son las mediadoras entre la ley escrita y el conductor. Se clasifican en dos tipos distintos según la señalización en horizontal y vertical.
Las señales horizontales son todo tipo de marcas sobre el pavimento, mates o reflejantes: las líneas amarillas que prohíben el adelantamiento, las que indican resaltos, velocidades para niebla, etc.
Por su parte, las señales verticales son señales sobre el camino, destinadas a reglamentar, advertir o informar al tránsito, mediante palabras o símbolos determinados. Éstas siguen un patrón de colores y formas que ayudan a nuestro cerebro a distinguirlas y entenderlas rápidamente:
Esta manera particular de diseño de las señales viales está en relación con procurar que no se generen problemas en su comprensión. En los seres humanos puede llegar existir un “conflicto” entre el hemisferio derecho y el izquierdo del cerebro. Cada hemisferio tiene una relación diferente con el lenguaje de signos, es decir, una visión y percepción diferente de cada problema. Por ejemplo, si leemos las palabras AMARILLO, AZUL, ROJO nos costaría decir el color de la palabra y no lo que dice la palabra. Un hemisferio del cerebro reconoce el color y el otro la palabra y hay dos interpretaciones distintas para una sola palabra.
El diseño de un sistema simbólico de señales de tránsito como el que existe actualmente, donde se combinan diferentes principios para hacer llegar el mensaje deseado, ayuda a superar esta dicotomía, y por lo tanto a minimizar el tiempo y esfuerzo que conlleva interpretar una señal: el cerebro reconoce la información ya sea a través de su significación, el color y la forma de la señal que se lea, reduciendo el trabajo mental y la frustración que derivan de manejar en estos tiempos.
¿Conocés las señales de tránsito?

4 de junio de 2009

Controlar la ira

Por estos días, la ira, la agresividad y las reacciones violentas que solemos experimentar mientras manejamos son cada vez más frecuentes, y según recientes estudios tienden a aumentar. Estos hábitos adquiridos en la infancia se incorporan durante los viajes que los niños realizan en el asiento trasero, cuando observan la forma en que sus padres, como conductores, se comportan y reaccionan frente a variadas circunstancias. Pero hay que tener en cuenta que esos modos de conducta no sólo distorsionan la apreciación de lo que es realmente peligroso sino también inculcan en los chicos un modelo agresivo de conducción como norma.

Hoy cada vez es más habitual escuchar hablar del road rage (ira en los caminos), concepto que explica la conducta violenta y agresiva de ciertos conductores hacia otros pares. Existen diferentes grados de ese tipo de conducta. Son conocidos los casos donde un conductor es capaz de perseguir a otro por cuadras enfurecido para hacerle notar un error que cometió. Una reacción así puede terminar en un simple intercambio verbal, pero también hasta en una pelea con armas blancas.

Otros ejemplos de cómo se expresa la ira mientras se maneja es desacelerar para no dejar pasar a conductores que deciden ir mas rápido que nosotros; encerrar a otros vehículos o conducir casi 'pegado' al vehículo de adelante, por mencionar sólo algunos.

Si bien en mayor o menor medida en algún momento todos nos hemos vistos inmersos en situaciones de manejo donde nos resultó difícil controlarnos, son en general los conductores varones los que tienden a expresar la agresión de manera más abierta, sobre todo los más jóvenes. Las razones por las cuales varones y mujeres son presos de una situación de agresión también difieren. Se cree que una respuesta desadaptada puede provenir por causas tales como la fatiga, el estrés, preocupaciones o presiones por llegar a horario a alguna cita, entre otras. Existen técnicas que sirven para controlar y dominar efectivamente las emociones frente al volante, pero, bien vale resaltarlo, también es necesario un cambio de actitud.

Los conductores dependemos fuertemente unos de otros para coordinar nuestras acciones. Responder de manera emocionalmente inteligente ayudará a reflexionar sobre nuestras limitaciones y reconocer nuestros puntos débiles. Una capacitación adecuada en este sentido puede contribuir efectivamente a evitar este flagelo que es la ira en nuestros caminos.
¿Te invade la ira mientras manejás? Dejanos tu mensaje.

El grado de atención se puede mejorar

Los avances registrados durante las últimas décadas por los estudiosos de la funciones cognitivas han permitido una mayor compresión sobre el funcionamiento de la mente y el por qué del comportamiento de las personas. Algunos de los aspectos involucrados en ese proceso, como la capacidad de atención, estrechamente ligada con la habilidad para resolver problemas y tomar decisiones, son de singular importancia, ya que nos ayudan a entender un poco más la psicología del conductor.
Se denomina grado de densidad de la atención a la capacidad que tiene una persona para focalizar su atención sobre un evento particular en un período de tiempo determinado.
Mantener la correcta distancia de seguimiento cuando conducimos, apelar a la anticipación en todo momento frente al volante y frenar de manera segura son, entre muchas otras, acciones que contribuyen a un buen desempeño durante el manejo y que también demandan un determinado grado de atención. En ese sentido, una capacitación adecuada indudablemente mejorará las habilidades que tiene un conductor, generando conductas y prácticas cada vez más seguras y positivas. En consecuencia, éstas demandarán un aumento del grado de la atención requerida para realizar dichas funciones de manera óptima.
Según el profesor Néstor Braidot, de la Universidad Abierta Interamericana, una adecuada densidad de atención modela el cerebro, reforzando circuitos neuronales específicos de la corteza donde está implicada la capacidad de planificación, resolución de problemas y toma de decisiones. Así, cuanto mayor sea el grado de concentración sobre una actividad o idea mayor será la densidad de atención. Y a mayor entrenamiento, mayor aumento de las capacidades cognitivas, en este caso la atención, tan necesaria para una conducción segura.
Todas estas habilidades, que normalmente no se tienen en cuenta a la hora de conducir un vehículo, son de vital importancia. Ocurre que el manejo es una actividad psicomotriz compleja, entrenable y fuertemente influenciada por las emociones y pensamientos. Y si bien hoy en día se necesitan más investigaciones para entender mejor la forma en que la atención es requerida para facilitar cambios a largo plazo en la conducta de los individuos, la mejora en los resultados es ya un buen indicador de los progresos hechos en esta disciplina.

¿Manejás atento?