21 de julio de 2009

Capacitación a medida, la clave para erradicar el alcohol al volante

Mucho se habla cerca de los días festivos sobre la estrecha relación que existe entre el manejo, el consumo de alcohol y los accidentes de tránsito. Para dar una idea esclarecedora acerca del tema podría decirse que hay una cantidad suficiente de evidencias que indican que el consumo de alcohol reduce drásticamente la performance del conductor y afecta de manera negativa a ciertas habilidades, como la visión, el tiempo de reacción, la capacidad de dividir la atención y el juicio, entre otras.

Según estudios realizados por investigadores de la Universidad de New York, los conductores que manejan alcoholizados y chocan se parecen en varios puntos a aquéllos que conducen sobrios y también chocan. Ambos grupos se caracterizan por ser en su mayoría varones, jóvenes y solteros, así como por tener algún tipo de dependencia con respecto a la bebida o a las drogas. Además se asemejan porque tienen problemas de agresión, ira y otras actitudes y/o rasgos personales negativos.

Este hallazgo ha llevado a postular que las personas que beben y conducen no se convierten en ‘conductores modelo’ cuando están sobrios. En realidad, pertenecen a un grupo de alto riesgo de provocar accidentes de tránsito aun cuando no hayan bebido. Aunque no hay que desestimar el hecho que el alcohol contribuye frecuentemente a que sucedan accidentes, sería bastante útil coordinar los esfuerzos de todas las entidades que se dedican a la seguridad vial para centrar el problema de las campañas contra el alcohol y el manejo en esos puntos, y no como se ha venido haciendo desde el rigor o la tragedia. Sucede que las conductas de un alto porcentaje de bebedores no se ven afectadas por las publicidades ni por las consecuencias legales tales como el arresto o la prisión. Incluso es muy probable que vuelvan a reincidir. Una respuesta posible para ese tipo de conductores sería la capacitación adecuada; es decir, a medida, donde se haga hincapié en otros temas, como la influencia de las emociones en el manejo y la psico-motricidad, sin descuidar cuestiones como la responsabilidad social y las consecuencias a la hora de elegir una conducta.



16 de julio de 2009

El control “inteligente” de velocidad

No hay dudas de que el ser humano es inteligente, entre otra infinita variedad de cosas, es capaz de analizar una determinada situación y obrar en consecuencia de ella. Pero ¿alcanza eso para afirmar que se es inteligente?


Últimamente se han desarrollado una variadísima gama de accesorios que complementan la tarea del conductor y si de algo podemos estar seguros, es que con el tiempo serán más habituales. Inicialmente los airbag o los frenos antibloqueo eran exclusivos de las gamas más altas de vehículos, mientras que hoy son casi esenciales. Esto es una constante en el tiempo, los vehículos actuales no se parecen mucho a los de hace un siglo y debemos acostumbrarnos a ello porque los cambios son progresivamente más vertiginosos.

Sin embargo pasar de asimilar y utilizar correctamente nuevas tecnologías a determinar que un vehículo es algo inteligente resulta precipitado. Por supuesto que una computadora puede registrar variables, hacer cálculos con ellas, determinar las respuestas más adecuadas y ejecutarlas en tiempos y con exactitudes incomparables para nosotros, pero no podemos olvidar que todas esas respuestas, surgen de una programación previa y que por lo tanto no se trata de algo realmente pensante sino apenas de una herramienta que responde más rápida y precisamente ante condiciones preestablecidas.

Tomemos por ejemplo los controles electrónicos de velocidad y distancia, también conocidos como Cruise Control o, como algunos prefieren llamarlos, “control inteligente de velocidad”. Estos sistemas, utilizan diversos métodos para analizar la cercanía de otros objetos o vehículos entre otras variables. Limitándose a analizar esos parámetros y en base a un criterio determinado, actúan automáticamente manteniendo la velocidad del vehículo, independientemente de las condiciones del camino, la ajustan evitando acercamientos peligrosos. Lamentablemente, los parámetros analizados pueden resultar suficientes en el común de los casos, pero sabemos que a diario nos encontramos con hechos que se apartan de esa línea y requieren respuestas específicas. Coinciden los especialistas sobre este accesorio, en que bajo determinadas circunstancias constituye más un peligro que una ayuda, a tal punto que algunos se desactivan al detectar ciertas condiciones, como lluvia o acotados rangos de velocidad. Ahora, ¿resulta posible estar absolutamente seguros de que la programación del sistema incluye todos los posibles escenarios que puede afrontar el vehículo durante la marcha? ¿Pondría alguien en riesgo una vida conociendo esto? El desconocimiento o la mala información pueden poner a un conductor en situaciones desfavorables. Decirle a alguien, que no necesariamente cuenta con conocimientos tecnológicos, que su auto es inteligente y que siempre va a mantener una distancia segura con otros vehículos sin darle suficientes detalles, suena (siendo indulgente) como una gran falta de responsabilidad.


Este dispositivo es muy útil, aporta un importante grado de comodidad al conductor, no se cansa ni distrae como él, reduciendo así la fatiga, importante generador de accidentes. Pero el conductor debe tener perfectamente claro que puede enfrentarse con hechos que el Cruise Control no será capaz de resolver, que lo único inteligente en la conducción del vehículo, al menos por ahora, sigue siendo el conductor. Por lo tanto, si bien resulta práctico utilizar el control de velocidad, bajo ningún punto de vista puede dejar de prestar atención a lo que sucede. Es el conductor quien controla al sistema y no al contrario, como se suele insinuar.



2 de julio de 2009

Autos “inteligentes”: cómo conducir de manera segura, responsable y eficiente

Nadie puede negar que cualquier avance tecnológico que signifique algún tipo de mejora en la calidad de vida debe ser bien recibido. Sin embargo, muchos descubrimientos vienen acompañados de nuevas responsabilidades que, lamentablemente, no siempre son valoradas como corresponde, en tanto que no todos entendemos ni utilizamos la tecnología de la misma manera.

Constantemente surgen nuevos asistentes para los conductores. Desde los difundidos frenos antibloqueo, pasando por los sistemas de tracción asistida, los controles electrónicos de velocidad y frenado y las motorizaciones que aumentan la eficiencia y disminuyen las emisiones, hasta los sofisticados dispositivos empleados originalmente en forma exclusiva en la aviación militar, como los head up display o los asistentes para visión nocturna o térmica, todos deben ser conocidos por el conductor que los utilice (al menos en sus conceptos básicos) a fin de evitar el erróneo y frecuente razonamiento que indica que el mero hecho de contar con ellos torna al vehículo más seguro y por ende se le puede exigir más.


Difícilmente resulte peligroso desconocer cómo funciona un bolígrafo. Pero si lo que se utiliza es una sofisticada maquinaria como un automóvil, que puede superar cómodamente la tonelada de peso y es capaz de desplazarse a grandes velocidades, el escenario cambia radicalmente. Podría incluso parecer algo bonito e inocente, pero si nos ajustamos a las imparciales leyes de la física no deja de ser un enorme proyectil capaz de producir importantes daños cuando no se lo utiliza correctamente.

Por mucho que intentemos deslindar responsabilidades hacia un objeto a la hora de analizar algún tipo de desgracia, generalmente no estaremos más que tratando de ocultar el verdadero y mayor generador de accidentes: el factor humano.

Es cierto que existen fallas mecánicas y otros factores externos, así como que muchos de ellos pueden ser previstos y controlados. Si un conductor no efectúa chequeos periódicos sobre su vehículo o bien sabe o al menos intuye que algo no funciona como debería y aún así no realiza el mantenimiento correspondiente, queda claro que la falla no es mecánica. Mismo criterio puede emplearse si un accidente se desencadena por el uso incorrecto de un elemento. ¿De qué sirve contar con el mejor sistema de frenos antibloqueo si no se lo utiliza adecuadamente?

Antiguamente, para manejar un Ford T se requería una importante preparación por parte de los conductores, a punto tal que muy frecuentemente eran ellos mismos sus propios mecánicos. A medida que la técnica evolucionó las complejidades de los vehículos disminuyeron y paulatinamente cobraron un carácter más popular, permitiendo que la gente fuera descartando conocimientos que por entonces resultaban casi esenciales.

Si hoy exigiéramos semejante nivel de conocimiento antes de otorgar los permisos de conducir nos encontraríamos con ciudades y carreteras prácticamente desiertas en comparación a las que estamos acostumbrados a transitar. Desde ya, no hay que ser extremistas; no se trata de que todo conductor conozca al detalle el funcionamiento de su vehículo ni que sea capaz de mantenerlo por sí mismo. Pero sin dudas el conocimiento de pautas básicas lo llevará a manejar de manera más segura, responsable y eficiente.

En próximos artículos haremos un breve recorrido sobre los últimos avances registrados en materia automotriz analizándolos desde el punto de vista del conductor inteligente y no de las campañas publicitarias que, en muchos casos, aportan más confusión o información errónea que beneficios.

Para vos, ¿debemos ser precavidos aún con autos "inteligentes"?