Nadie puede negar que cualquier avance tecnológico que signifique algún tipo de mejora en la calidad de vida debe ser bien recibido. Sin embargo, muchos descubrimientos vienen acompañados de nuevas responsabilidades que, lamentablemente, no siempre son valoradas como corresponde, en tanto que no todos entendemos ni utilizamos la tecnología de la misma manera.
Constantemente surgen nuevos asistentes para los conductores. Desde los difundidos frenos antibloqueo, pasando por los sistemas de tracción asistida, los controles electrónicos de velocidad y frenado y las motorizaciones que aumentan la eficiencia y disminuyen las emisiones, hasta los sofisticados dispositivos empleados originalmente en forma exclusiva en la aviación militar, como los head up display o los asistentes para visión nocturna o térmica, todos deben ser conocidos por el conductor que los utilice (al menos en sus conceptos básicos) a fin de evitar el erróneo y frecuente razonamiento que indica que el mero hecho de contar con ellos torna al vehículo más seguro y por ende se le puede exigir más.
Difícilmente resulte peligroso desconocer cómo funciona un bolígrafo. Pero si lo que se utiliza es una sofisticada maquinaria como un automóvil, que puede superar cómodamente la tonelada de peso y es capaz de desplazarse a grandes velocidades, el escenario cambia radicalmente. Podría incluso parecer algo bonito e inocente, pero si nos ajustamos a las imparciales leyes de la física no deja de ser un enorme proyectil capaz de producir importantes daños cuando no se lo utiliza correctamente.
Por mucho que intentemos deslindar responsabilidades hacia un objeto a la hora de analizar algún tipo de desgracia, generalmente no estaremos más que tratando de ocultar el verdadero y mayor generador de accidentes: el factor humano.
Es cierto que existen fallas mecánicas y otros factores externos, así como que muchos de ellos pueden ser previstos y controlados. Si un conductor no efectúa chequeos periódicos sobre su vehículo o bien sabe o al menos intuye que algo no funciona como debería y aún así no realiza el mantenimiento correspondiente, queda claro que la falla no es mecánica. Mismo criterio puede emplearse si un accidente se desencadena por el uso incorrecto de un elemento. ¿De qué sirve contar con el mejor sistema de frenos antibloqueo si no se lo utiliza adecuadamente?
Antiguamente, para manejar un Ford T se requería una importante preparación por parte de los conductores, a punto tal que muy frecuentemente eran ellos mismos sus propios mecánicos. A medida que la técnica evolucionó las complejidades de los vehículos disminuyeron y paulatinamente cobraron un carácter más popular, permitiendo que la gente fuera descartando conocimientos que por entonces resultaban casi esenciales.
Si hoy exigiéramos semejante nivel de conocimiento antes de otorgar los permisos de conducir nos encontraríamos con ciudades y carreteras prácticamente desiertas en comparación a las que estamos acostumbrados a transitar. Desde ya, no hay que ser extremistas; no se trata de que todo conductor conozca al detalle el funcionamiento de su vehículo ni que sea capaz de mantenerlo por sí mismo. Pero sin dudas el conocimiento de pautas básicas lo llevará a manejar de manera más segura, responsable y eficiente.
En próximos artículos haremos un breve recorrido sobre los últimos avances registrados en materia automotriz analizándolos desde el punto de vista del conductor inteligente y no de las campañas publicitarias que, en muchos casos, aportan más confusión o información errónea que beneficios.
Para vos, ¿debemos ser precavidos aún con autos "inteligentes"?